Nuestro enfoque

Un manifiesto para reescribir las tecnologías desde los afectos y las afectaciones

El modelo de mundo que se ha impuesto como universal, derivado de un sistema económico, político y social depredador, está anclado a la violencia, la extracción, la explotación, el despojo y la acumulación de riqueza material a costa de la posibilidad de continuar la vida en la tierra. Ese modelo de mundo se ancla en la absurda idea del consumo y crecimiento económico infinito, en total contradicción con la finitud del mundo y de bienes comunes irremplazables como el agua, la tierra, el aire, los glaciares, los océanos, la biodiversidad.

Este modelo de mundo construye narrativas, produce imaginarios, instituciones, infraestructuras, conocimiento, subjetividades que responden a las necesidades fagocitantes del sistema. Así, para mantenerse, este modelo de mundo, requiere de fracturas, fundamentalmente de la ruptura de lo que da origen a la vida: la profunda relación entre los seres. Este modo de vida requiere desconectarnos de lo que somos, de los vínculos que podemos tejer entre nosotres y con aquello que sostiene nuestra vida en común.

Los sistemas sociotécnicos hegemónicos, derivados de ese modelo de mundo, y construidos para perpetuarlo, se basan en ese principio: la ruptura de los vínculos, una ruptura ontológica. En este proyecto proponemos centrar la discusión en torno a esta fractura fundamental habilitada por los sistemas sociotécnicos. Por eso, proponemos la categoría de tecnoafecciones, para dar cuenta de que las tecnologías están construidas y atravesadas por el entramado de los afectos y las afectaciones.

Escogimos hablar de tecnoafecciones, porque en español, el apego hacia alguien o algo (la afección), el carácter de esa inclinación (el afecto), la acción (afectar) y la consecuencia (afectación), provienen de una única raíz latina, afficiō, afficere. que a su vez proviene de ad (hacia) y faciō, facere, hacer. Es decir que afectar, desde su raíz, significa hacer hacia algo o alguien.

En el habla común, ese afectar suele entenderse de manera negativa. Aquí, queremos recuperar la idea de que afectar es inevitable si nos pensamos de manera relacional y no necesariamente debe asociarse a la pérdida o el daño si nos asumimos co-responsables de esa afectación. Por tanto, es inevitable afectar y afectarnos si nos encontramos en un entramado social, en un entorno habitado. Sin embargo, sí podemos tener un espacio para decidir el tipo y el carácter del afecto y la afectación. Afectar puede ser asumida como una acción política para transformarnos, ser conscientes y responsables de nuestro impacto en lo otro y en les otres. Por tanto, las afectaciones que causamos pueden están relacionadas con los afectos (lo que sentimos) y las afecciones (nuestros apegos) que son deseables.

Al hablar de tecnoafecciones queremos enfatizar estos sentidos múltiples, pero anclados a la reflexión sobre el diseño, desarrollo, despliegue, uso y desecho de las tecnologías digitales. Queremos anclar nuestras propuestas colectivas sobre las tecnologías que deseamos desde una posicionalidad crítica, feminista, descolonizadora, anticapitalista, antipatriarcal, anticapacitista. Así, buscamos enfatizar las posibilidades que habilitan las tecnologías, en la relación afectiva en la que se implica a les otres y a lo otro, y los efectos, las afectaciones, los impactos de esa implicación con las tecnologías en les otres y lo otro. Es decir, una relación inevitablemente marcada por las imbricaciones mutuas y por las transformaciones derivadas de esos afectos. Por eso, proponemos pensar las tecnologías como dispositivos relacionales que median nuestra relación con el mundo, que nos afectan y que afectan los territorios que habitamos. Pensar que para encauzar esa afectación deseada, para hacernos cargo de lo que nos toca, debemos transformar las condiciones históricas, sociales, culturales, económicas, ambientales, que han convertido a esas afecciones en dolores que inhabilitan nuestra vida en común.

El hecho de que en nuestros imaginarios se imponga la concepción de las tecnologías como dispositivos materiales es uno de los efectos de estas narrativas que contribuyen a desvincularnos. Las tecnologías digitales hegemónicas que emergen de la matriz colonial del orden patriarcal moderno y capitalista, nos venden conexiones a través de una pantalla. Sin embargo, esa conexión digital se construye sobre la desconexión profunda de los vínculos, y tiene un costo en personas y territorios concretos. Estamos conectades de manera permanente a través de las ilusiones producidas por las narrativas de lo efímero, la evasión y la inmediatez, pero más que nunca en la historia nos hemos desconectado de la comprensión de lo que somos, de lo que nos une, de lo que nos da sentido. Desde los privilegios de la vida dataficada, mediada algorítmicamente y automatizada, nos cuesta entablar un diálogo, nos cuesta apostar políticamente por el cuidado mutuo como la única vía de resistencia y re-existencia frente a los embates de los sistemas de muerte.

Por eso, cuando hablamos de tecnologías, pensamos en todo aquello que nos permite vincularnos, ser lo que somos y construirnos en comunidad, es decir, en tecnologías ancestrales, tecnologías sociales, tecnologías de la ecosfera, tecnologías ancladas a nuestros cuerpos-territorios. Nuestra apuesta para repensar las tecnologías digitales parte de la urgencia de escuchar los rugidos del territorio-tierra, los susurros de las memorias ancestrales, de las abuelas, y de las experiencias encarnadas de las personas que defienden con sus vidas nuestros cuerpos-territorios lastimados y urgidos de sanación. Queremos defender los territorios de la existencia.

Por eso, planteamos dislocar los conceptos de conexión y desconexión, para permitirnos imaginar, reescribir nuestras historias y nuestras tecnologías, revincularnos desde la responsabilidad compartida y el compromiso político de afectarnos -deliberada y gozosamente- a partir de nuestros deseos y sueños comunes. Queremos conjurar los desafectos y conspirar juntas para habitar las tecnologías desde la posibilidad de dignificar la vida. Para ello, proponemos partir por descolonizar nuestros deseos y nuestra imaginación y politizar los malestares como principios para hacer tequio, hacer milpa, hacer minga, en definitiva, hacer mundo, para nutrir una tierra que no pueda ser despojada.

Queremos dar espacio a otras narrativas sobre nosotras mismas, distintas a los perfiles que nos producen algorítmicamente, queremos darle peso a la materialidad de los cables, las infraestructuras, el consumo de agua, la energía, el trabajo precario, la explotación, el envenenamiento de los cuerpos y las mentes asociados al desarrollo tecnológico. Queremos entender nuestro lugar en el control biopolítico de los cuerpos, en la corpopolítica de la automatización de la existencia y en la geopolítica de la vigilancia y el control.

Creemos que esos mundos posibles ya se están construyendo y se han construido históricamente en la lucha cotidiana de las personas, comunidades y pueblos de Abya Yala y de otras geografías del mundo mayoritario. Queremos escuchar, aprender, visibilizar, contribuir a esos otros modos de vida, a esos proyectos que rehacen el mundo y que con su existencia caminan hacia horizontes de esperanza por formas de vida digna y futuros justos y tecnodiversos.